Mañana empiezan las clases para los más de 450 alumnos de nuevo ingreso matriculados en la Universidad Europea del Atlántico. Un día que, en general, todos los estudiantes afrontan con ilusión pero también con nervios e incertidumbre. Atrás quedan las clases en el colegio y/o instituto, ahora empieza una nueva etapa que condicionará su futuro profesional y que marcará en buena medida su vida personal.
Después del primero vienen todos los demás, pero hoy los pensamientos giran en torno a ese curso de cambio, ese año que para muchos comienza mañana y que precipitará emociones encontradas. Las profesionales del Gabinete Psicopedagógico de la Universidad Europea del Atlántico proponen una serie de recomendaciones para superar con éxito esta nueva etapa:
La doctora (candidata) en Psicología Mariacarla Martí recuerda que hay muchos jóvenes que albergan la «secreta ilusión» de que pueden enfrentarse a los estudios universitarios con las mismas rutinas, herramientas y recursos que utilizaban en el colegio y/o instituto, algo que para ella «está bien alejado de la realidad».
«El salto del instituto a la universidad es uno de los momentos más importantes para cualquier estudiante», comenta Martí, quien añade que «es una etapa en la que los jóvenes proyectan muchas expectativas (algunas de las cuales no se podrán satisfacer) y, por lo tanto, también un momento que se caracteriza por periodos de ansiedad e inquietud por enfrentarse a lo nuevo y desconocido«.
De modo que, en su opinión, «lo primero es tomar conciencia de que casi todo cambia en esta etapa y que debemos estar atentos para recibir esos cambios tomándolos como retos que nos permitirán crecer«.
2. Recibir los cambios con sabiduría y aprender de ellos
La idea anterior conduce directamente a esta otra. Según explica la también profesora del grado en Psicología de UNEATLANTICO, «es importante no resistirse a lo que está por venir». Para Martí es normal y saludable que la primera reacción ante cualquier cambio en la vida sea buscar todas las justificaciones racionales e irracionales posibles para evitar que dicho cambio tenga lugar: se añora lo que se tenía antes como si fuera lo mejor, se resta importancia a aprender lo nuevo o directamente se desautoriza, etc.
«Todo esto es saludable porque la resistencia al cambio es el primer paso para el aprendizaje, pero es importante no quedarnos ahí, se trata de integrar lo ya conocido con lo nuevo por conocer», añade.
3. Organizar el tiempo….la uni es un trabajo
Enrique Castillejo y Gómez, presidente del Consejo General de Colegios Oficiales de Pedagogos y Psicopedagogos de España explicaba en una entrevista que se le hizo en 2015 a propósito de este mismo tema, que al igual que cualquier trabajador, el universitario tiene unos horarios muy definidos: clases, cursos, horas de estudio, momentos de ocio, etc.
Por lo tanto, resulta fundamental organizar el tiempo adecuadamente y asumir que en la universidad la dedicación en términos de horas de estudio al día (si sumamos la presencia a clase y el trabajo individual) es casi la misma que la de un trabajador a jornada completa. Para Martí esto supone que «debemos entender el estudio con la responsabilidad que cualquier trabajo merece».
4. Definir objetivos realistas
En esta organización del tiempo resulta muy importante trazar objetivos realistas.
«Todos tenemos unas rutinas que no quisiéramos negociar, pero que indudablemente tendrán que sufrir cambios. Igual hay que reducir las horas de gimnasio o el tiempo que se dedica a los amigos, por ejemplo. Es importante aceptar este hecho e interiorizar que para aprender hay que desarrollar muchas tareas que implican tiempo y esfuerzo.
5. Adaptar las técnicas de estudio
Los estudiantes tardarán un tiempo en adaptarse pero poco a poco irán identificando técnicas y recursos para que el estudio sea más eficaz y brinde un mayor provecho. Además, la Universidad Europea del Atlántico tiene abierto para sus alumnos el gabinete psicopedagógico, un espacio de reflexión con tres objetivos principales:
- Aumentar la tasa de rendimiento y éxito académico.
- Prevenir conductas y situaciones de riesgo que pongan en peligro la motivación y, por tanto, el desempeño académico.
- Favorecer el bienestar psicológico de los estudiantes, atendiendo a las necesidades de atención psicopedagógica que puedan presentar.