“Todo lo que deseas está al otro lado del miedo…”
Esta frase tan acertada fue escrita por Jack Canfield, un autor norteamericano experto en motivación.
El miedo nos acompaña a lo largo de nuestras vidas y va tomando formas diferentes; de pequeños tenemos miedo a la oscuridad, en la adolescencia nos da miedo el rechazo social, y ya mayores tenemos miedo a enfrentarnos a la realidad y, sobre todo, a enfrentarnos a nosotros mismos.
Tener miedo nos lleva a adentrarnos en un callejón sin salida donde lo que nos paraliza se hace cada vez más grande. ¿Cuántas cosas hemos dejado de hacer por miedo? ¿Qué haríamos si no tuviéramos miedo? ¿A qué le tengo miedo? Preguntas como éstas pueden ayudarnos a empezar la reflexión, porque el autoconocimiento es la clave de una vida plena de éxito.
Vivimos rodeados de estímulos. Nos comunicamos de una manera frenética y, a veces, compulsiva. Respondemos mensajes de texto, whatsapp, tweets, email, pero dejamos poco tiempo para respondernos a nosotros mismos. Nos asusta hacernos preguntas, nos da miedo.
Superar el miedo es uno de los puntos principales del crecimiento personal. Por eso, es básico conocer nuestros miedos, ponerles nombre y, lo más importante, partirlos en pedacitos. Cuando los convertimos en pequeñas porciones de miedo, las posibilidades de vencerlo son más numerosas. Esa es la clave, y los profesionales de la psicología y el coaching lo sabemos muy bien.
Hay un ejemplo muy gráfico sobre el miedo. El esquiador inexperto que se enfrenta a una pendiente amenazante. ¿Qué puede hacer? Partir su descenso en etapas, en trocitos. Así, superarlas una a una le ayudará a conseguir su objetivo. Si se plantea bajar de una vez, el miedo le paralizará e, incluso, pondrá en riesgo su vida. Lo que vemos tan claro en un ejemplo gráfico, nos cuesta aplicarlo al resto de las situaciones.
Siguiendo con el ejemplo vemos que, asociados al miedo, están los pensamientos negativos (la parte cognitiva) y las emociones: angustia, sudores, palpitaciones… Todo junto es lo que da lugar al cuadro que en algún momento de nuestra vida hemos vivido todos.
El primer paso es cambiar la forma de pensar acerca de nuestros miedos. Pensemos por un momento en las connotaciones de la palabra miedo. Siempre lo asociamos a la parte negativa, a todo lo malo que nos puede pasar. Si pensamos en cambiar de trabajo, nuestra mente nos envía mensajes en negativo: no encontraremos otro trabajo, un cambio puede ser peor, la competencia es mucha, no estamos preparados. En cambio, se ha demostrado que las personas que triunfan y consiguen sus metas, asocian sus acciones a pensamientos positivos, a retos factibles, a movimiento y logro. Se visualizan logrando sus metas.
Entonces ¿qué podemos hacer para conocer nuestros miedos, pensar diferente sobre ellos y lograr controlarlos? Un ejercicio sencillo es coger lápiz y papel y anotar todo lo que nos decimos en negativo, aquellos mensajes que dan vueltas en nuestra cabeza y que, al anotarlos, van tomando forma en el papel.
Es sabido que cuando hablamos utilizamos una parte de nuestro cerebro, que no es la misma que cuando pensamos o escribimos. Pues bien, pasemos al papel las ideas negativas y analicemos hasta qué punto, al verlas escritas, van perdiendo importancia o pierden parte de su lógica. Probemos ahora y transformemos en positivo la lista que nos salió, inicialmente, en negativo. ¿Es posible transformarlo todo?
Una vez realizada la transformación escrita de lo negativo a positivo, analicemos cuantas frases tenemos y elijamos las que consideremos más importantes o más representativas en función de nuestro criterio.
Con el número elegido, pongamos una frase en cada hoja (tantas hojas de nuestra libreta como frases hayamos escogido) y asociemos acciones posibles que podamos llevar a la práctica y que estén en nuestra mano.
Si ha llegado hasta aquí y está pensando que el ejercicio no le servirá de nada, permítame decirle que ha caído en otra de las trampas que nos tienden nuestros miedos: buscar excusas o justificaciones para no hacer nada y seguir en la fase del pensamiento negativo.
Pues bien, si decide dejar las excusas a un lado y empieza a hacer algo, aunque solo sea una pequeña acción de las que ha escrito, se dará cuenta de que el ejercicio también le sirve para pasar a la acción sin pensar más. De esta forma, se sentirá mejor consigo mismo y empezará a asociar emociones positivas como alegría, motivación o mayor autoestima.
Acabamos de empezar a ejercitar un “músculo” nuevo, el que fortalece el pensamiento positivo en vez del negativo. Esto es un primer paso y como dice el proverbio, “una carrera de mil millas empieza por el primer paso”. Luego, una carrera contra el miedo empieza también por el primer paso. Sigamos entrenando.
Nadie dijo que fuera fácil, pero paso a paso se puede controlar el miedo. Que no sea éste quien nos controle. Esa es nuestra meta.
Ana de Diego
Profesora del grado en Psicología en la Universidad Europea del Atlántico